miércoles, 23 de julio de 2008

Portada Boletin Dominical 15 Junio de 2008


Primera lectura: Éxodo: 19, 2-6a
Salmo 99: “Nosotros somos su pueblo y ovejas de su rebaño”
Segunda Lectura: Romanos: 5, 6-11
Evangelio: San Mateo 9,36 - 10,8

¿El Pueblo de Dios, como ovejas sin Pastor?

En el solemne texto que sirve de prólogo al relato de la alianza del Sinaí, el Señor llama a Moisés desde la montaña, y éste sube al encuentro con Dios.

Las tres expresiones: “propiedad personal”, “reino de sacerdotes”, “nación santa”, son sinónimas y describen una misma realidad: la pertenencia total de Israel a Dios. Israel será una nación como las otras, pero, al mismo tiempo, será distinto: vivirá en la historia, pero llevando dentro de sí un misterio de comunión, de conocimiento recíproco y de obediencia, en relación con Dios, hasta el punto de ser “su propiedad personal”, un verdadero pueblo “sacerdotal”, cuya existencia tiene como ambiente natural la cercanía y el servicio del Señor.

Delante del pueblo cansado y desorientado, Jesús se conmueve y exhorta a los discípulos a orar con urgencia. Esta situación justifica y explica el proyecto misionero que será descrito a continuación en Mt 10, en donde los discípulos son llamados a continuar la obra mesiánica y salvadora de Jesús.

La expresión “ovejas sin pastor”, está tomada del AT. Poco antes de morir, Moisés le pidió a Dios que pusiera al frente del pueblo “un hombre que lo presidiera y lo condujera….para que no quedara la comunidad del Señor como ovejas sin pastor”. Jesús es el verdadero pastor mesiánico del pueblo de Dios; y al igual que Josué sucedió a Moisés en la misión, también los discípulos continuarán la obra de Jesús. Al ver a la gente, Jesús “se compadecía” de ellas. La cosecha, en efecto, evoca el tiempo del juicio final, cuando se separará el grano de la paja y el trigo de la cizaña. Sin embargo, la obra de los segadores está sometida a la acción de los discípulos, asociados a la misión de Jesús, es la de orar para que sean enviados los obreros necesarios que exige la misión.

A continuación Jesús elige a “Doce” de entre los discípulos para continuar su obra. El número doce evoca a las doce tribus de Israel. Los “Doce” representan la continuidad con el pueblo de la primera alianza y el fundamento de la comunidad de la nueva alianza. La misión, en efecto, va destinada originariamente a “las ovejas perdidas de la casa de Israel”; a partir de Israel, se irá abriendo paso progresivamente a todos los pueblos.

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