miércoles, 23 de julio de 2008

Evangelio Domingo 08 de Junio de 2008



Lectura del Santo Evangelio según San Mateo 9,9-13
En aquel tiempo, vio Jesús al pasar a un hombre llamado Mateo, sentado al mostrador de los impuestos, y le dijo: “Sígueme”El se levantó y lo siguió. Y, estando Jesús a la mesa en casa de Mateo, muchos publicanos y pecadores, que habían acudido, se sentaron a comer con Él y sus discípulos.
Los fariseos, al verlo, preguntaron a los discípulos: “¿Cómo es que su maestro come con publicanos y pecadores?”Jesús lo oyó y dijo: “No tienen necesidad de médico los sanos, sino los enfermos. Vayan, aprendan lo que significa “misericordia quiero y no sacrificios”: que no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores”.
Palabra del Señor.
COMENTARIO:
Mateo, cobrador de impuestos para los romanos, fue un hombre acusado de poco nacionalista y mal visto. Jesús se le acerca y le llama. Mateo oye su voz, se levanta y le sigue. He ahí la senda de la vida espiritual: oír a Jesús y seguirlo.

Mateo oye a Jesús y no se esconde tras la dificultad del seguimiento; ni pide tiempo para pensárselo mejor. Estamos ante una llamada y una respuesta. Este es el fundamento de la vida de fe. Lo primero que se advierte es que Jesús respeta al hombre: “sígueme”, le dice, y deja que sea el hombre el que libremente se levante y le siga.

La llamada del Señor siempre da a la vida el mejor contenido posible. Dios quiere para nuestra vida lo mejor, por eso, seguir su llamada es la decisión más acertada que se puede tomar.

LLEVAR LA CUENTA

La primera lectura nos ha dicho que Abrahán obedeció la llamada de Dios y "le fue computado como justicia". Es Dios mismo el que lleva la cuenta de nuestra fe y nos lo computa como salvación.

Frente a los que se creían con todos los derechos ante Dios, por ser el pueblo elegido, el profeta Oseas pronuncia una frase que Jesús recoge en el evangelio: "Misericordia quiero y no sacrificios”. ¿Pero por qué utiliza Jesús esa frase? Porque ante su llamada, Mateo no sólo sigue a Jesús, sino que decide celebrar lo y, entonces, muchos publicanos y pecadores se acercan y se sientan a la mesa con él. Es decir, el seguimiento de Jesús, la vivencia de la fe, tiene eco en los demás. La fe vivida es el mejor apostolado.
"LE DIJO: SÍGUEME. ÉL SE LEVANTÓ Y LO SIGUIÓ"

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