jueves, 7 de agosto de 2008

Evangelio Domingo 03 de Agosto de 2008




Lectura del Santo Evangelio según San Mateo 14,13-21

En aquel tiempo, al enterarse Jesús de la muerte de Juan, el Bautista, se marchó de allí en una barca, a un sitio tranquilo y apartado. Al saberlo la gente, lo siguió por tierra desde los pueblos. Al desembarcar, vio Jesús la muchedumbre, sintió compasión de ellos y curó a los enfermos. Como se hizo tarde, se acercaron los discípulos a decirle: ”Estamos en despoblado y es muy tarde, despide a la multitud para que vayan a los poblados y compren algo de comer.” Jesús les replicó: ”No hace falta que vayan, denles ustedes de comer.” Ellos le replicaron: ”No tenemos aquí más que cinco panes y dos peces.” Les dijo: ”Tráiganmelos.” Mandó a la gente que se recostara en la hierba y, tomando los cinco panes y los dos peces, alzó la mirada al cielo, pronunció la bendición, partió los panes y se los dio a los discípulos; los discípulos se los dieron a la gente. Comieron todos hasta quedar satisfechos y recogieron doce canastos llenos de sobras. Comieron unos cinco mil hombres, sin contar mujeres y niños.
Palabra del Señor
COMENTARIO

Sintió compasión de ellos y curó a los enfermos

Jesús nos enseña esa natural inclinación a compadecerse y mostrarse comprensivo ante las miserias y sufrimientos, siempre motivado por un autentico sentimiento de cariño y solidaridad hacia aquella gente que estaba cansada y deseosa de estar en su compañía. Curó a los enfermos que traían, siempre esta dispuesto a dar una solución y recurrir a lo
que Él puede hacer, para ayudar a tanta gente hambrienta.

Jesús da pan material a sus seguidores, sabe que también los hombres sienten hambre de Dios; las dos hambres que experimenta el hombre y que son urgentes de atender; después de mandar a las gentes que se sienten en la hierba tomó los cinco panes y los dos peces y levantó los ojos al cielo. Nos enseña Jesús nuevamente que todo viene del
Padre, El esta con su corazón en ese momento en la tierra, pero levanta los ojos al cielo, donde debemos mirar, porque todo viene de Dios y todo nos debe llevar a Dios.

El Evangelio nos cuenta un milagro donde Jesús actúa como hacedor de comida y los discípulos se encargan de repartirlo a los demás comensales. Algo parecido es la Iglesia que reparte lo que el Señor le da constantemente. Y todos quedaron saciados en ese encuentro con el Señor. ¿Cuántos de aquellos le siguieron después como discípulos? Esta es una de las dimensiones de la existencia del ser humano. Muchas veces nos acercamos a Dios para saciarnos, pero no para seguirle.

El verdadero cristiano es capaz de recibir de Dios con generosidad, con alegría, con entusiasmo, para luego dar y repartir a otros. Donde hay buena voluntad y disposición, donde existe una fe sólida y convincente, todo se multiplica y se desparrama, todo, más allá del bien personal, se acrecienta y se va haciendo extensivo en el bienestar de los demás.

Todos tenemos nuestros “personales cinco panes y dos peces”, son los panes de la caridad y de la justicia. En las manos abiertas, es donde muchos de nuestros hermanos –hambrientos de Dios y del pan material- es donde pueden descubrir su particular pesca milagrosa. Es decir; el regalo que el Señor les da en su necesidad.

Aprendamos de Jesús que se hace solidario de los que pasan hambre, los que están cansados del camino, los enfermos, los que buscan y no encuentran luz y sentido para sus vidas. Dijo Jesús a sus discípulos: acercaos a la gente y alimentadlos, satisfaced lo que piden para vivir dignamente: el cuidado de los enfermos, la preocupación por la justicia a favor de los más débiles, la solidaridad con los que no tienen nada, los que pasan hambre y padecen injusticias.

El Reino de Dios necesita personas por medio de las cuales pueda obrar y hablar. Jesús sabe bien esto y nos deja para que sigamos perpetuando ese milagro a la Eucaristía. Tenemos que ir a la Eucaristía: Dios se da a sí mismo en alimento con infinito amor para consuelo y vida de los hombres. «Yo soy el pan vivo —dice Jesús— bajado del cielo» (Jn 6,51). Ir a la Eucaristía con ganas de ser alimentados por Dios, alimentados espiritualmente para seguir el camino constante de la vida y de la fe, con sincero deseo de compartir con los demás. En la Eucaristía no comemos en platos individuales; todos participamos del banquete de la Palabra, del Pan y del Vino, para dejarse alimentar por la experiencia de Cristo Resucitado.

Si hemos experimentado el amor de Dios, si hemos comido el pan de la Eucaristía, ese amor y ese pan, lo tenemos que llevar a nuestros hermanos. Dios es para ser comunicado a los demás. ¡Dios es gratis!, entonces saciemos en Él nuestro deseo de felicidad y acerquémoslo a nuestros hermanos para que ellos también lo puedan encontrar. Que así sea


Por uno que puso de lo suyo, comieron todos

domingo, 3 de agosto de 2008

Portada Boletin Dominical 03 de Agosto de 2008


Primera lectura: Isaías 55,1-3
Salmo 144: "Abres tú la mano, Señor, y nos sacias de favores"
Segunda Lectura: Romanos 8,35.37-39
Evangelio: Mateo 14,13-21
Comieron todos, hasta quedar satisfechos
Jesús de Nazaret no hacía milagros para lucirse, ni siquiera, en primer lugar, para manifestar el poder de Dios; Jesús hacía milagros por amor. En este evangelio Jesús explota de compasión y de amor. Y sucedió lo que sucedió. El amor de Jesús era más grande que las necesidades del mundo entero, era la manifestación del amor del Dios clemente y misericordioso, cariñoso con todas sus criaturas, del que nos habla el salmo responsorial. Jesús, ante los millones de personas que se mueren hoy cada día de hambre y de sed, dice a las naciones ricas del mundo: dadles vosotros de comer. Estas naciones –nosotros- tienen más de cinco mil millones de panes y más de dos mil millones de peces, tienen sus despensas, y sus bancos llenos de provisiones, pero se asustan ante el mandato de Jesús, miran para otro lado y dicen: ¡Que les ampare Dios! Les falta –nos falta- amor para hacer no el milagro, sino la más elemental justicia.
En la primera lectura, Dios, a través del profeta Isaías, nos dice también a nosotros: ¿Por qué gastáis dinero en lo que no alimenta? Es decir, ¿por qué gastáis tanto en cosas superfluas, cuando hay tanta gente que no tiene lo necesario para vivir. No es ningún secreto, todos sabemos que sobran en nuestro mundo alimentos y dinero para que puedan vivir dignamente todas las personas. Pero es el egoísmo de los que tenemos mucho el que no nos permite ayudar a los que no tienen nada o casi nada. Sí, una vez más, es cuestión de amor, o, mejor de falta de amor.
San Pablo nos dice, en la segunda lectura, que, si estamos poseídos y habitados por el amor de Dios, nada debe asustarnos: ni la aflicción, ni la angustia, ni la persecución, ni el hambre, ni la desnudez, ni el peligro, ni la espada. Nada debe tener poder suficiente para apartarnos del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús. Lo importante es estar poseídos por ese amor grande de Dios manifestado en Cristo. Todo lo demás se nos dará por añadidura. Hasta el hacer milagros.

viernes, 1 de agosto de 2008

Concierto en el VIII MEGAEVENTO

VIII MEGAEVENTO "Joven Amigo no temas, Yo estoy contigo" realizado el Domingo 13 de Julio en el Coliseo Zoila Haya de la Torre - La Esperanza.
Participaron los grupos de Confirmación de las comunidades de Santa Rosa, San Martín, Santísimo Sacramento y Madre de Cristo







Adoración al Santísimo Sacramento presidida por el R. P. Wilian Costa



jueves, 24 de julio de 2008

Evangelio Domingo 27 de Julio de 2008

Lectura del Santo Evangelio según San Mateo 13, 44-52
En aquel tiempo, dijo Jesús a la gente:

“El Reino de los cielos se parece a un tesoro escondido en el campo: el que lo encuentra lo vuelve a esconder y, lleno de alegría, va a vender todo lo que tiene y compra el campo.
El Reino de los cielos se parece también a un comerciante que busca perlas finas que, al encontrar una de gran valor, se va a vender todo lo que tiene y la compra.
El Reino de los cielos se parece también a la red que se echa al mar y recoge toda clase de peces: cuando está llena, la sacan a la orilla y, sentándose, recogen en canastos los buenos y tiran los malos. Lo mismo sucederá al fin del mundo: saldrán los ángeles, separarán a los malos de los buenos y los echarán al horno encendido. Allí será el llanto y el rechinar de dientes.
¿Entienden bien todo esto?”
Ellos le contestaron: “Sí”
Él les dijo: “Ya ven, un maestro de la ley que entiende del Reino de los cielos se parece a un dueño de casa que va sacando de sus tesoros lo nuevo y lo antiguo”
Palabra del Señor.

COMENTARIO:
El tesoro del cristiano
Si no queremos hablar en términos jurídicos, podemos decir que el cristiano no es cualquier persona que haya sido bautizada. Cristiana es la persona que ha encontrado el tesoro auténtico, la persona que ha encontrado a Jesucristo. "Tanto ha amado Dios al mundo que le ha dado a su Hijo único". Aquello que hace que seamos cristianos es habernos encontrado con Jesucristo.
No se trata solamente de ser seguidores. Se trata ante todo de ser descubridores. Un descubrimiento que siempre es un don de Dios, aunque normalmente sólo se nos da después de la oración humilde y confiada, después del servicio generoso a los hermanos. Pero es un descubrimiento que, de una vez por todas, ilumina todos los rincones de la existencia y comienza una marcha definitiva, cargada de luz y de amor. Encontrar a Jesucristo es ir a lo más profundo, es poner los cimientos, es atarte al eje, es soldarte al cigüeñal.
Encontrar a Jesucristo, también es, una vez bien sujeto a Él, dejarte proyectar por Él a una lucha generosa y solidaria en favor de los demás, de manera que todos los intereses personales quedan revitalizados. El tesoro es Él y todo aquello que Él comporta.
Nos ayuda a desprendernos de todos los demás valores, a ponerlos al servicio de la causa más importante. Por esto, quien ha encontrado el auténtico tesoro que es Jesucristo no puede dejarse ganar por nadie cuando se trata de hacer un mundo más justo y más fraternal.
En la Eucaristía hoy el Padre nos dice como a Salomón: "Pídeme lo que quieras". Quien encuentra a Jesús se siente libre y experimenta una gran alegría. Se siente acogido por el Amor y libre para amar, libre para dar vida, para darse del todo.
"Sabemos que a los que aman a Dios todo les sirve para el bien", nos ha dicho san Pablo.En la Eucaristía, hoy, Jesucristo se nos da una vez más para ser el motor, la luz, la alegría, la vida de nuestra vida. Así se va realizando el proyecto de Aquel que nos predestinó a ser imagen de su Hijo".
"HEMOS ENCONTRADO UN TESORO"