miércoles, 23 de julio de 2008

Evangelio Domingo 01 de Junio de 2008


Lectura del Santo Evangelio según San Mateo 7, 21-27

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: “No todo el que me dice “Señor, Señor” entrará en el reino de los cielos, sino el que cumple la voluntad de mi Padre que está en el cielo.

Aquel día, muchos dirán: “Señor, Señor, ¿no hemos profetizado en tu nombre, y en tu nombre echado demonios, y no hemos hecho en tu nombre muchos milagros?”Yo entonces les declararé: “Nunca los he conocido. Aléjense de mí, malvados”.

El que escucha estas palabras mías y las pone en práctica se parece a aquel hombre prudente que edificó su casa sobre roca. Cayó la lluvia, se salieron los ríos, soplaron los vientos y arremetieron contra la casa; pero no se hundió, porque estaba cimentada sobre roca.

El que escucha estas palabras mías y no las pone en práctica se parece a aquel hombre necio que edificó su casa sobre arena. Cayó la lluvia, se salieron los ríos, soplaron los vientos y arremetieron contra la casa, y se hundió totalmente”.
Palabra del Señor.
COMENTARIO:
Jesús no promete una vida sin pruebas, el camino que Dios ofrece, es una senda que exige abandonar el yo a favor del tú que es el prójimo y que, además, no es comprendido por los indiferentes; elegir seguir el camino del Evangelio es estar dispuesto a salir de si mismo para entregarse a los hermanos, pero es renuncia inútil si se vive como un sacrificio que se hace para conseguir una parcela en el cielo. Sólo tiene sentido desde el amor y desde una conversión profunda que lleve a hacer nuestros los valores propuestos por Jesús, que promete que si la casa se construye sobre la roca permanecerá a pesar de los fuertes vientos y tempestades.

Lejos de El será una casa que se construye sobre arena y por consiguiente puede derrumbarse frente a las vicisitudes, calamidades, mal sabores y contrariedades de la vida. Puede perderse entre el inmenso desenfreno y malas raíces que nos da el mundo exterior y quedar una y otra vez sedientos hasta arruinarnos.

Roguemos al Señor, para que cure nuestra ceguera, que ilumine nuestro torpe entendimiento, que comprendamos que sus palabras son verdaderas, que no son una simple amenaza para infundirnos miedo y que su doctrina se nos quede muy dentro, que cale todo nuestro ser, de tal forma que sea su Ley la que siempre determine nuestro actuar, que construyamos sobre la roca de la Palabra de Dios, sobre la roca de Jesucristo, el mismo ayer, hoy y siempre.
"NO POR DECIR SEÑOR SEÑOR..."

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