sábado, 5 de abril de 2008

Evangelio Domingo 06 de Abril de 2008



Lectura del Santo Evangelio según San Lucas 24,13-35

Dos discípulos de Jesús iban andando aquel día, el primero de la semana, a un pueblo llamado Emaus, distantes unos once kilómetros de Jerusalén; iban comentando todo lo que había sucedido. Mientras conversaban y discutían, Jesús en persona se acercó y se puso a caminar con ellos. Pero sus ojos no eran capaces de reconocerlo.

Él les dijo: “¿Qué es lo que vienen conversando por el camino?”. Ellos se detuvieron preocupados. Y uno de ellos, que se llamaba Cleofás, le replicó: “¿Eres tú el único forastero de Jerusalén, que no sabes lo que ha pasado allí estos días?”, Él les preguntó “¿Qué ha pasado?”, Ellos le contestaron: “Lo de Jesús, el Nazareno que fue un profeta poderoso en obras y palabras, ante Dios y ante todo el pueblo. Los sumos sacerdotes y nuestros jefes lo entregaron para que lo condenaran a muerte, y lo crucificaron. Nosotros esperábamos que Él fuera el futuro liberador de Israel. Y ya ves: hace dos días que sucedió esto.

Es verdad que algunas mujeres de nuestro grupo nos han sobresaltado: pues fueron muy de mañana al sepulcro, no encontraron su cuerpo, e incluso vinieron diciendo que habían visto una aparición de los ángeles, que les habían dicho que estaba vivo. Algunos de los nuestros fueron también al sepulcro y lo encontraron como habían dicho las mujeres; pero a Él no lo vieron”.

Entonces Jesús les dijo: “¡Que necios y torpes son ustedes para creer lo que anunciaron los profetas! ¿No era necesario que el Mesías padeciera esto para entrar en su gloria?.
Y, comenzando por Moisés y siguiendo por los profetas, les explicó los que se refería a Él en toda la Escritura.

Ya cerca del pueblo donde iban, Él hizo ademán de seguir adelante; pero ellos le insistieron, diciendo: “Quédate con nosotros, porque ya atardece y esta anocheciendo”. Y entró para quedarse con ellos. Sentado a la mesa con ellos, tomo el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio. A ellos se les abrieron los ojos y lo reconocieron. Pero Él desapareció. Ellos comentaron: “¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las escrituras?”.

Y, levantándose al momento, se volvieron a Jerusalén, donde encontraron reunidos a los once con sus compañeros, que estaban diciendo: “Era verdad, ha resucitado el Señor y se ha aparecido a Simón·”. Y ellos contaron lo que les había pasado por el camino y como lo habían reconocido al partir el pan
Palabra del Señor

COMENTARIO:

Caminar no es desplazarse.
En el camino de nuestra vida ocurre como en este camino hacia Emaús. La presencia del Señor resucitado, de alguna manera, va y viene, se hace presente y ausente al mismo tiempo. Vamos muchas veces caminando sin saber bien por qué, podríamos decir que más que caminar, lo que hacemos es desplazarnos, sin un destino en particular, y con la mirada derrotada.
Entonces lo más insospechado se nos acerca, haciendo revivir en nosotros los acontecimientos que han marcado nuestra existencia, incluso haciéndonos portavoces, mensajeros de la buena noticia “a pesar ” de nuestra intención.

Los discípulos de Emaús, nosotros, solemos decir apesadumbrados: “las mujeres nos contaron que les habían dicho que está vivo”. No queremos decirlo, pero el Señor lo va sacando de nosotros, porque en el fondo, la cuestión es que no lo queremos aceptar del todo. La cuestión es que, aunque lo sabemos, necesitamos que Alguien nos lo explique, que Alguien nos “abra” las escrituras para reconocer que el camino de Jesús, el camino de nuestra salvación, pasa por la muerte, por el dolor, pero que conduce a la Vida con mayúsculas.
Cuando ocurre esto, y ocurre siempre que dejamos a Jesucristo actuar en nuestras vidas, se enciende en nosotros una necesidad, que se multiplica ante el “ademán de seguir adelante” que hace el Señor. Y entonces brota una oración, una súplica: quédate con nosotros, aunque sea en la forma de pan, quédate en la forma de pan, para que podamos alimentarnos de ti, para que podamos seguir caminando, y dejar de desplazarnos simplemente.

Quédate como pan y así podremos contar a nuestros hermanos lo que vivimos en el camino, cuando vimos cómo te partiste…, como el pan.
Emilio Lopez Navas

"Nos explica las Escrituras y parte para nosotros el Pan"

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